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Que lindo seria vivir en el pais que describe Bahl

Por Guillermo Pérez 

No es difícil imaginarse qué medios estaba leyendo el ministro de Gobierno, Adan Bahl, a la hora de escribir las reflexiones que se difundieron el fin de semana acerca de “El futuro virtuoso del círculo del desarrollo, la industria y el Estado”, pero cuesta convencerse de que personas con responsabilidades de gobierno desde hace más de una década disfracen la realidad de manera tan antojadiza y enrevesada.

Desde la condición de pequeño observador y dueño de un diminuto círculo de influencia -a diferencia del ministro y para tranquilidad del ministro-, uno no alcanza a advertir que el complicado presente se convierta de buenas a primeras en un “futuro virtuoso”.

Lo que uno puede hacer es dar una mirada a la realidad circundante y enseguida se le genera la duda si los funcionarios practican a menudo ese ejercicio.

En el encabezado de la columna de opinión que firmó el ministro y que fue publicada por diversos medios de la provincia, dice que “Argentina está hoy en un estadío maduro de su capacidad productiva y lista para dar un salto, para profundizar en una segunda etapa de reindustrialización. El modelo económico, político y social con el que hemos trabajado en la última década ha significado un cambio profundo en la estructura productiva de nuestro país, y esto ha sido el fruto de políticas de reactivación en todos los sectores productivos que recuperaron los niveles de producción y de empleo”.

Sin embargo, si uno mira la realidad de Concordia se encuentra con que tantas buenas nuevas por acá no llegaron.

Cuando se revisan las cifras de empleo se observa que la tasa de desempleo se encuentra en un saludable 5,7%, incluso por debajo de la muy buena tasa nacional de 6,6%. Pero al mirar un poco más se aprecia que la tasa de empleo, la que muestra la cantidad de gente que trabaja de toda la población de la ciudad, es de las más bajas del país: apenas un 36,6%. Solamente tres ciudades de las relevadas por el Indec tienen menores tasas de empleo.

Pero sin apelar a las estadísticas, conversando con gente de los barrios José Hernández, Capricornio o San Miguel, cuando uno les pregunta de qué vive la gente del barrio, se encuentra con respuestas parecidas: “hacen changas y de la fruta”. El cirujeo no se da por igual en todos los barrios periféricos y los empleados municipales son quienes marcan la diferencia.

Una tasa de empleo tan baja y una tasa de desempleo tan baja implican que muy poca gente busca trabajo, por lo que se conoce como «efecto desaliento», que puede tener diversas motivaciones.

Pero sin ir al recurrente tema del empleo, uno busca en Concordia las huellas de la primera etapa de reindustrialización en vistas del “salto, para profundizar en una segunda etapa de reindustrialización”, previsto por el Ministro.

Concordia tiene en el Parque Industrial 28 firmas, entre las que se cuentan Masisa Argentina y Resinas Concordia, que son las que captan la mayor cantidad de empleo y provienen de la maldita década de los 90. Litoral Citrus, en la esquina del Parque es incluso anterior, reconvertida desde la fábrica Las Tejas. Además de estas tres hay 13 aserraderos, seis son elaboradoras de alimentos, tres metalmecánicas y dos dedicadas a la construcción. Este año la firma Computec, que desde 1994 estaba instalada en el centro de Concordia, llevó sus instalaciones al Parque. La mayor radicación reciente es la de Prosegur, no necesariamente una firma industrial.

En el Parque, no se aprecia la “reindustrialización”. Las otras industrias citrícolas están luchando con los aumentos de costos, la pérdida de mercados (tal vez porque el mundo se está cayendo, como dijo la Presidenta), y la imposibilidad de pagar a proveedores extranjeros o en su defecto comprar dólares en la Bolsa a 14 pesos para cobrar las exportaciones a 9,40 menos las retenciones. Y si las plantas industriales están paradas seis meses en lugar de uno para “mantenimiento”, no debe ser que lloran de llenos.

Y para colmo el ministro dice que por “las políticas de reactivación en todos los sectores productivos recuperaron los niveles de producción”. Entonces uno pasa por avenida Monseñor Rösch para ver si Citrícola Ayuí reabrió o si los empaques están llenos de gente trabajando. Pero no hay caso. Y entonces de nuevo uno se pregunta si los funcionarios harán cada tanto ese ejercicio de mirar la realidad.

Por otra parte, si todos los sectores productivos recuperaron los niveles de producción, uno se pregunta qué hacen los tractores en la Casa de Gobierno a la espera de un “plan de salvataje”.

El ministro Bahl se solaza con el informe del Consejo empresario de Entre Ríos, acerca de la evolución económica de la provincia que sostiene que “la década que pasó fue de oro para la región centro y, en particular, para Entre Ríos” y agrega “Nosotros estamos convencidos que así fue y que todavía tenemos un largo camino por delante para tener mejores productos y más diversificación, para ampliar la colocación de nuestros productos en el mercado mundial”. Entonces mentalmente uno repasa los anuncios de la apertura del mercado de Estados Unidos y de Brasil para el citrus o los negocios con el Lejano Oriente y al detenerse en el concepto de “la década que pasó”, no se puede contener la necesidad de pedirles que terminen con esa práctica casi morbosa de iniciar la historia en el 2003, cuando el uso de la capacidad instalada en la industria era del 60%. Para colmo, los números recientes muestran que se está cayendo a esos niveles. El presidente de la Unión Industrial Argentina dijo en la celebración de la semana pasada, rodeado del oficialismo, que el país está en los niveles de producción per cápita de 1974.

Cuando el ministro de Gobierno habla de que “hay un amplio consenso en las diferentes expresiones políticas de nuestro país en que tenemos que seguir en este camino de la industrialización”, ahí sí cuesta imaginarse qué es lo que estaba leyendo.

Las reflexiones del Ministro sorprenden una y otra vez. Dice: “A nosotros no nos interesa simplemente producir, nos interesa un modelo productivo con el que podamos seguir generando inclusión, trabajo y producción nacional. Es importante prestar atención a esto porque muchos que dicen defender los intereses nacionales plantean que la competitividad industrial se da con devaluaciones”. “Para nosotros -afirma-, la competitividad no está en devaluar nuestra moneda, porque con ella se devalúa también el salario de los trabajadores”, y sorprende que critique las devaluaciones porque aunque la política monetaria sea una herramienta particularmente útil y hoy el problema no sea el dólar atrasado sino los desenfrenados aumentos de costos, el país se recuperó en los primeros años de gestión kirchnerista a partir de la devaluación de 2002. Pero además el actual gobierno acumula devaluaciones de más del 100% sólo desde 2011.

“Queremos seguir transformando el país, creando empresas y empleos genuinos, productivos, con capacidad de competir, pero con inclusión, con mejoras en la calidad de vida, con educación”, dice el ministro mientras el conflicto con el sector docente fue una cuestión irresuelta en toda la gestión.

Advierte: “no se trata solo de deseos, sino que trabajamos en los instrumentos para conseguir nuestros objetivos como lo hemos mostrado a lo largo de estos años codo a codo con los empresarios, con más infraestructura, con mejoras de servicios, con puertos, etc. Y vamos a seguir en ese camino con las herramientas financieras necesarias para que nadie deje de renovar su maquinaria, de ampliar su producción, de apostar a la tecnología”.

Entre Ríos tiene todo el potencial para seguir fortaleciendo las agroindustrias, el turismo, agregar valor a la producción primaria, complejizar y diversificar su producción, mejorar sus instituciones. Por eso, como decíamos al principio, no hay desarrollo sin industria, pero tampoco hay industria sin un Estado que gestione, resuelva y genere herramientas para el desarrollo productivo en un marco de inclusión y justicia social”. Ojalá en algún momento, todos tengamos la posibilidad de vivir en el país que describe Adán Bahl.

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