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Maestras y alumnos debieron refugiarse en pasillos por una intensa balacera a metros de la escuela

Junto a sus alumnos, vivieron una verdadera película de guerra: debieron refugiarse durante horas en pasillos ciegos ante una intensa balacera a metros de la escuela. Desahuciados, docentes contaron la realidad que viven en Paraná.

A 20 cuadras del centro de Paraná está el barrio Lomas del Mirador II, un complejo habitacional que debió ser desalojado una década después de ser construido, debido a serias falencias edilicias. Sin embargo, los departamentos vacíos, entre escaleras y pasillos, no tardaron en ser ocupados nuevamente.

Desde entonces, la conflictividad social se ha incrementado año a año. En sus calles los balazos son música cotidiana, las bandas asolan el lugar y mandan más que el Estado, los comercios cierran a las 5 de la tarde por miedo y nadie puede vivir tranquilo.

Hace unas semanas, una intensa balacera puso en riesgo la vida de docentes y alumnos de las escuelas primaria y secundaria. La Policía se tiroteó con un grupo de maleantes en una persecución al lado del establecimiento escolar. Los chicos se refugiaron durante horas en aulas sin ventanas al exterior o pasillos ciegos. La escena era digna de una película de guerra.

La Policía y otras autoridades resumieron el protocolo de cómo debían actuar los docentes ante una situación similar en un solo consejo: al escuchar un disparo hay que tirarse al piso.

Esos mismos docentes, desahuciados y muy preocupados, decidieron contar lo que están viviendo a través de una carta abierta que enviaron a Entre Ríos Ahora y reproducimos a continuación:

CARTA ABIERTA

Somos un grupo de trabajadoras de la educación de la Escuela Filiberto Reula, del Barrio Lomas del Mirador II de Paraná. Lamentablemente tenemos que escribir esta carta anónimamente porque queremos evitar represalias.

Estamos cansadas de mirar por detrás de la cortina. Por eso hoy decimos ¡basta! Basta de inseguridad, basta de vivir con miedo, basta de naturalizar las cosas que pasan, basta de callar, de ser ciegos, sordos y mudos.

Trabajamos en uno de los barrios más abandonados y vulnerados por el Estado. Allí, ningún organismo público, político, social, policial, y de salud interviene en los problemas de fondo, que son: seguridad, salud, educación, vivienda, droga, abusos, abandono, prostitución, entre otras cosas.

Como maestras vemos diariamente a nuestros chicos padecer hambre, abuso, drogadicción, vemos un abandono total por parte del Estado hacia ellos y sus familias y por otro lado son utilizados por conveniencia política de los que se sirven de este flagelo para beneficio propio.

Hace unas semanas, los niños de la escuela quedaron en medio de una terrible balacera mientras estaban en clases. Fue el 16 de abril a las 13.45. Los alumnos y docentes que en ese momento estaban en clases fueron sorprendidos por un intenso tiroteo entre la Policía y miembros de la banda conocida como “Los Panchos”, en uno de los pasillos que lindan con la escuela. Lo que vivimos ese día jamás se va a borrar de nuestra memoria: los chicos tirados cuerpo a tierra cubriéndose sus cabezas de los balazos; gritos, llantos, desesperación, la gente corriendo por las calles buscando un refugio. Hicimos un urgente pedido de ayuda a la Policía, a través del 911, y la ayuda llegó mucho más tarde, porque, según nos dijeron, no sabían donde quedaba el barrio, la escuela ni la comisaría 12.

Pero lamentablemente, estos hechos no son nuevos. Todos los vecinos, todos los gurises están acostumbrados a los disparos y al miedo y, lo que es peor, lo han naturalizado. La Policía nos sugiere aplicar un protocolo de acción para estos casos de inseguridad, que consiste en tirarse al piso en caso de balacera. Nos preguntamos: ¿qué clase de educación podemos dar? ¿Cómo enseñamos a esquivar las balas?

¿En qué momento descuidamos a la infancia y nos convertimos en cómplices de un Estado ausente? Con nuestro silencio, el de toda la comunidad, naturalizamos que haya chicos sucios, con hambre, violados, abusados, golpeados, víctimas de una sociedad violenta. Hacemos oídos sordos a sus gritos silenciosos, a sus rostros cansados, a sus ojitos con sueño. Esos chicos pasan noches sin dormir porque hubo allanamientos en sus casas, disparos contra algún familiar, tiroteos contra sus casas, mudanzas nocturnas por la toma imprevista y de forma violenta de sus hogares.

Esta es nuestra escuela, nuestro lugar, donde de lunes a viernes hacemos nuestro trabajo, que no sólo es de docente sino también de psicóloga, trabajadora social, enfermera, madre, hermana, vecina, transportista, mediadora, y muchas otras cosas más. No renegamos de nuestro trabajo, porque aún tenemos la esperanza de darles a esos niños un futuro mejor. Como docentes hemos hecho las denuncias pertinentes en el momento que corresponde.

En el año 2013 fuimos a departamental de escuelas, se hizo una nota pidiendo seguridad, alumbrado público, desmalezamiento de la zona, frecuencia de líneas de colectivos y garitas con parada en frente de las escuelas. De todo esto solamente se consiguió la garita frente a la escuela Filiberto Reula, la limpieza de los pastizales en las zonas aledañas y un policía en el frente de la escuela. Todo esto tuvo una duración de apenas un mes aproximadamente, volviendo todo a foja cero. Sin contar con hechos de inseguridad y violencia hacia los docentes que con y sin denuncias de por medio no fueron ni tenidos en cuenta y silenciados.

Estamos indignadas y no estamos dispuestas a resignarnos a esta situación que el Estado y sus funcionarios pretenden naturalizar. Pedimos a la comunidad paranaense en general que tome conciencia de esta alarmante situación que requiere soluciones urgentes. Por nuestros chicos, por nuestro futuro.

 

 

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