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Biden, la desclasificación de documentos sobre los atentados del 11-S, y el cuento de nunca acabar

Por Emiliano Damonte Taborda

«No debemos olvidar nunca el dolor permanente de las familias y los seres queridos de los 2.977 inocentes que murieron en el peor atentado terrorista contra Estados Unidos de nuestra historia», indicó el mandatario cuando se acerca el aniversario número 20 del hecho. Su medida llega claramente después de las polémicas por el desorden de la salida de Afganistán y las reacciones encontradas que generó. La vuelta del régimen talibán es una marca que amenaza con ser difícil de borrar.

Con motivo de la conmemoración del vigésimo aniversario de los ataques a las Torres Gemelas, y en medio de la vuelta de los talibanes al Gobierno en Afganistán, Biden pidió al Departamento de Justicia y a otros organismos pertinentes que revisen la desclasificación, informó la Casa Blanca en un comunicado.

La salida de Afganistán es la clara evidencia de la derrota contra el fundamentalismo, una herida que se hace más dolorosa en el marco de los veinte años de los atentados del 11 – S.  Sin importar demasiado la dinámica geopolítica que llevó al retiro de las tropas estadounidenses de Kabul, es evidente que el costo político caerá en gran parte sobre el vapuleado Biden, quien firmó un decreto para revisar los documentos relacionados a los atentados del 11 de septiembre de 2001 con la intención de desclasificarlos, una promesa que había hecho a principios de agosto. La decisión llega después de que más de 1.600 personas afectadas por los atentados que conmovieron al mundo enviasen una carta a Biden pidiendo la medida.

El decreto exige que «el Fiscal General haga públicos los documentos desclasificados en los próximos seis meses».

El problema más serio que enfrenta en este momento el Presidente de los Estados Unidos, de frente a una opinión pública que nunca dejó de sentirse amenazada por el enemigo indescifrable, que terminó siendo el fundamentalismo yihadista, es que no queda claro cuál es la política que piensa usar para defender a su país de esta amenaza.  El retiro de las tropas de Afganistán es percibido por la gran mayoría de los estadounidenses como una amenaza. Algo así como “dejarlos solos para que se organicen y vengan a matarnos”. Fuera de las acciones militares, no ha habido solución efectiva al problema, y esta idea, en vísperas del aniversario del atentado, se agiganta.

Estados Unidos lidero un movimiento que en los últimos 30 años generó caos en diferentes lugares, interviniendo militarmente, para después darse cuenta de que sostener estas posiciones era extremadamente costoso y difícil, retirándose y dejando debilitada, cuando no anulada, cualquier posibilidad de reordenamiento de las realidades en cuestión.  No se trata de un asunto ideológico, en este caso se trata de uno absolutamente de orden práctico. Ni en Irak, ni en Siria, ni en Afganistán, la ocupación resolvió alguno de los problemas postulados previamente a la invasión. Solo generó más fundamentalismo y caos, dejando al salir el terreno abonado para que otras facciones más radicalizadas comenzaran un nuevo ciclo.  Pero este fenómeno no es nuevo, viene repitiéndose hace décadas ¿Por qué preocupa tanto a Biden entonces? Por que Afganistán y los Talibanes están vinculados al golpe más duro que haya recibido Estados Unidos en su suelo, está conectado a una herida que duele y que aún genera horror en la mente de sus ciudadanos y esto se transforma en un problema político.   Biden desclasifica para descomprimir, habrá que ver como maneja el verdadero fondo del problema. Estados Unidos no puede simplemente irse y cerrar la puerta, los próximos meses nos dirán más sobre la nueva posición de Estados Unidos en el mundo.

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