Concordia perdió su fortaleza económica producto de las decisiones macro que se tomaron a kilómetros de distancia, pero la recuperará por la iniciativa micro que nazca de sus entrañas.
Según el INDEC, Concordia tiene una población de algo más de 160.000 habitantes de los cuales trabaja o busca hacerlo, la Población Económicamente Activa (PEA), menos de un 40%. Es la fuerza laboral más baja del país de la ciudades relevadas por el INDEC.
Actualmente Concordia no avanza hacia la constitución de un ancla de empleo, en vista de que carece de un concentrador de actividad, como en otros lugares o en otras épocas: no produce petróleo, no tiene complejo agroindustrial, no tiene un frigorífico, ni un ferrocarril, ni una represa que emplee a 5.000 personas, pero tiene suelo fértil, abundante agua dulce de calidad y un clima benigno.
A partir de esto tiene la obligación de generar su propia «Vaca Muerta» con los elementos con los que cuenta: desde la producción primaria con industrialización básica con mano de obra intensiva de baja calificación, generar espacios y movimientos asociativos que procesen alimentos y los vuelquen a mercados masivos, incluso de exportación.
Concordia no tiene su sector minero, no es ni por asomo un vergel sojero, no tiene el sector petrolero, pero tiene la obligación de conformar su propio yacimiento. Los puntos que tienen en común Vaca Muerta, el Litio, los emprendimientos vinculados al agro, Silicon Valley o la producción de camionetas Donfeng en China, son el valor humano atrás. Todos tienen el empuje de personas de carne y hueso y todos lo que hicieron fue aprovechar lo mejor de la comunidad en la que están insertas, se pusieron a laburar mucho y a partir de lo que tenían lo hicieron explotar, le sacaron utilizando la expresión extractiva, todo el jugo. Y Concordia no tiene otra alternativa que hacer eso mismo, encontrar su propio yacimiento.
En el sector de servicios hay así muchísimo para hacer. Adrián Lampazzi, presidente del Centro de Comercio, Industria y Servicios de Concordia, contaba en una entrevista reciente que la mayor parte de los últimos asociados a la entidad provienen del sector servicios, sobre todo los servicios tecnológicos. Pero en una sociedad laboral como la de Concordia, donde hay niveles de empleabilidad muy bajos con sectores de la ciudad que no pasan una entrevista laboral, esta debilidad debe convertirse en una fortaleza: en la prestación de servicios, no ya de de servicios tecnológicos, sino de los más básicos. Ahí hay mucho margen para trabajar.
Quedó patente después de Concordia Produce y del Civercon, que el yacimiento concordiense es su clima benigno, es su suelo fértil, su agua dulce abundante y de muy buena calidad. Es allí donde Concordia debe ir a buscar su yacimiento.
Debe ir, en términos de política pública, detrás de un proyecto de desarrollo local basado en la integración productiva con agregación de valor en origen, con foco en la mano de obra intensiva y de baja calificación, exactamente el tipo de matriz que una ciudad como Concordia está en condiciones de impulsar sin esperar, y esto es lo interesante, las grandes inversiones externas salvadoras que son el talón de Aquiles del desarrollo. Esto sumado al sector servicios, ese que no pretende ir hacia los servicios tecnológicos, sino hacia los más básicos. Desde la limpieza de jardines, de piletas, de pintado de rejas, de lo que sea, y desde ahí hacia arriba y hacia los costados, pero que haga que la utilización de la mano de obra se convierta en un concentrador intensivo.
A partir de esto establecer redes de formalización de vínculos y de interacción.
Estos son algunos apuntes que van surgiendo de las charlas con diferentes actores de distintos sectores de la producción que permiten hacer un diagnóstico y por qué no generar propuestas. Permiten ver el statu quo y desafiarlo. Ver que hay un estado de cosas que no nos conforma. Que si tenemos la fuerza laboral más baja del país que nos permite disfrazar un índice de desocupación que con un nivel de actividad normal mostraría que hay muchísima gente afuera del sistema, excluida, es obligación buscar la manera de generar desde la propia ciudad los mecanismos de inclusión real, en lo laboral, en lo económico y en lo productivo.
Un informe de Diego Coatz, economista jefe de la Unión Industrial Argentina, decía días pasados que de los costos industriales los impuestos representan casi la mitad, el 46%. Entonces el primer interlocutor en este diálogo tendrá que ser el Estado necesariamente para generar un proceso competitivo. Para los insumos y materias primas que representan un cuarto del costo tomar la alicaída producción de citrus y arándanos y sumarle producción de frutas y hortalizas locales y dotar de materia prima asequible para la que debería ocupar Concordia la mano de obra. Uno de los problemas de nuestra producción es su falta de mercado, pero si genera esta industria básica de procesamiento de alimentos incluso le daría mercado a estas producciones.
Tiene la energía accesible, aunque no es barata, pero la tiene disponible y con buena calidad de servicio y un posicionamiento logístico aceptable, que esto tal vez debería ser parte también del sinceramiento. El posicionamiento logístico de Concordia es aceptable, pero no está en un lugar de privilegio.
No se trata de generar una industria estatal de alimentos, sino del sector público como impulsor de los espacios asociativos. Días atrás, en una columna que publicó Fabio Quetglas en Clarín decía que «En Argentina se minusvalora la capacidad que tienen los gobiernos locales con visión y proyecto, en tiempos donde la tecnología altera los criterios de elegibilidad de múltiples actividades económicas». Esta podría ser la visión y proyecto de una comunidad que tiene altos problemas de empleo, con baja calificación, pero con capacidad de producción mucho mayor de la actual por sus condiciones agroecológicas.
El resultado es un sistema estable, escalable y generador de empleo.
Concordia puede multiplicar su empleo privado si decide producir más y procesar lo que produce. No necesita esperar inversiones externas ni grandes industrias: necesita organización, infraestructura asociativa y un Estado que deje de ser asistencialista para convertirse en arquitecto del desarrollo local.
Guillermo Pérez
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