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Ceguera moral

La Fiscalía está preparando la imputación contra el Presidente, este es el paso que Dalbón espera para poner en marcha el mecanismo que busca resolver el problema sin que Alberto Fernández pise los tribunales. Una estrategia que evidencia una ceguera moral que podría terminar de derrumbar la imagen del mandatario.

Por Emiliano Damonte Taborda

El Fiscal González prepara los documentos con los que notificará, dentro de las próximas 48 horas, al Presidente Alberto Fernández que está formalmente imputado en la causa judicial relacionada a la violación de la cuarentena en ocasión del “cumple de Fabiola”. Dalbón, espera esta comunicación para poner en marcha su estrategia de defensa, que se basa en ofrecer una reparación del daño. El abogado se apresura en aclarar que esta medida no implica admitir culpa alguna ni responsabilidad, ni asumir la comisión de un delito. ¿Hace ruido no?

Hay un punto, en que las personas que ejercen el poder, entran en un estado de ceguera moral. Lo moral puede definirse como un conjunto de ideas, normas y juicios de valor, junto con los actos humanos a ellos relacionados, que responden a los intereses de una sociedad. La ceguera moral es muchas veces, el resultado de haberse despegado tanto de la realidad de una sociedad, que ya no se comparten sus destinos, sus necesidades, sus dificultades o, en definitiva, sus intereses. Lo que el Doctor Dalbón no ve, como abogado brillante, es que a la sociedad, le importa bastante poco el mecanismo jurídico que resuelva la causa por la violación del decreto. Y está bien que sea así, Dalbón es un abogado, navega en un océano de leyes. Pero el destino del Presidente no está ligado solamente a una cuestión legal, hoy está ligado fundamentalmente a una cuestión moral. Esto por otro lado no suele ser un problema para los políticos que han quedado “ciegos moralmente”, pero en este caso lo es, porque el mecanismo que los mantiene en sus lugares de poder, todavía está vinculado a las decisiones de la sociedad a través de los procesos eleccionarios. Y vaya casualidad, estamos a pocas semanas de entrar de lleno en uno de ellos.

Lo moral, dentro de una sociedad, ejerce una fuerza tan grande, que no se puede negar sin sentir que algo no funciona. Por eso la presentación de Dalbón nos hace ruido. Porque esta reñida con lo que sentimos que está bien. ¿El presidente pretende reparar algo que no se rompió? Las últimas semanas han sido centenares las historias dolorosas vinculadas a pérdidas de familiares, de amigos, de trabajos, de empresas, de negocios, relacionadas al cumplimiento del Decreto Presidencial que el mismo Presidente violó. Todos, cómo sociedad, sentimos enojo, tristeza, dolor o desilusión. A nadie se le ocurrió decir que estaba muy bien lo que había hecho el Presidente, que podía hacer lo que se le ocurriera porque estaba bien. Y es este sentimiento de condena, más o menos intenso según la realidad de cada uno, el que Alberto Fernández está ignorando cuando elabora su estrategia de defensa. Casi nos está “billeteando”, ofreciendo dinero para compensar una transgresión que legalmente es delicada, especialmente dada la carga del Primer Mandatario, pero que moralmente es de una gravedad extrema. Fernández se despegó de los intereses y las necesidades de la sociedad que lo puso en el lugar donde está, y ya no puede ver a quien pretende gobernar. Gobierna para su círculo estrecho, bajo la dirección de quien ejerce el poder real y, la gente que lo rodea, la verdad, no lo está ayudando mucho.

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