Con un procedimiento inédito e irregular, sin abrir el juicio oral y alegando que no existió acto de encubrimiento a favor de los terroristas iraníes que volaron la AMIA, el Tribunal Federal 8 sobreseyó a todos los implicados en la denuncia de Nisman. Se deja abierta así, sin claridad ni transparencia, una pagina oscura y vergonzosa para nuestro país.

Entre gallos y medianoche, con la Selección Argentina presentándose en el Defensores del Chaco, y la gente saliendo a su primer fin de semana abierto desde que el Gobierno decretó el “fin de la pandemia”, el Tribunal Federal 8 dijo que acá no pasó nada y después de cederle el doble del tiempo previsto a Cristina Fernández de Kirchner para uno de sus monólogos, mandó a todos a pasarla bien y disfrutar el fin de semana largo.
La denuncia de Nisman aseguraba que había indicios para suponer que CFK y otros exfuncionarios y militantes kirchneristas negociaron, redactaron y acordaron con Irán un Memorándum destinado a lograr la impunidad de los terroristas que volaron la sede de la AMIA y causaron 85 muertos y más de 300 heridos.
El Fiscal fue luego encontrado muerto y su denuncia penal realizó un larguísimo itinerario que terminó en manos de los jueces Gabriela López Iñiguez, José Michilini y Daniel Obligado, los tres integrantes del Tribunal Oral Federal 8.
El fallo de López Iñiguez, Michilini y Obligado beneficia a un personaje importante y eso no tiene nada de raro, hay innumerables ejemplos de esto. El punto verdaderamente exagerado, lo que genera indignación, es que este fallo fue dictado antes del juicio oral, en lo que constituye una aberración sin precedentes en la, no siempre honorable, historia del Poder Judicial en Argentina.
Cristina, Carlos Zannini, Juan Martin Mena, Andrés Larroque, Oscar Parrilli, Luis D’Elía, Eduardo Zuain o Angelina Abbona, podían sin ningún problema plantear la nulidad de la causa por inexistencia del delito y sostener que el Memorándum con Irán fue un acto político no justiciable. Podían también alegar que era una causa sostenida y empujada por el ex presidente Macri y llevada adelante por dos jueces de la Casación. Y esa fue de hecho su estrategia.
De nuevo, lo grotesco de esta situación, es que estos argumentos, fueron planteados sin que se hubiera iniciado el juicio oral, sin que una sola acusación fuese planteada o alguna prueba aportada. En síntesis, sin juicio. Sobreseimiento sin juicio.
No hay un sólo articulo del Código Procesal que sostenga la decisión asumida por López Iñiguez, Michilini y Obligado. Ni aún teniendo en consideración el principio normativo que establece que una nulidad debe ser tratada en cualquier etapa del proceso. Porque esa etapa del proceso -el tratamiento de las nulidades- debió hacerse con el juicio oral abierto.
Los distintos querellantes en la causa Memo con Irán apelarán la decisión del Tribunal Oral Federal 8 y pretenden que sala I de la Cámara de Casación se haga cargo del complicado asunto penal. No objetaran la defensa de los implicados -consideran que tienen derecho-, y se limitarán a sostener que López Iñiguez, Michilini y Obligado excedieron sus facultades legales.
Desde esta perspectiva, la querella apunta a remover el sobreseimiento a CFK: afirmará que no es posible dictar esa medida absolutoria, cuando está pendiente un juicio oral ya convocado con importante prueba a producir.
Mientras tanto, la vicepresidente logró coronar dos aspiraciones que perseguía desde la llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada. Evitar la apertura del juicio oral y la transmisión en directo de las audiencias públicas que -necesariamente- recordarán el ataque a la AMIA, sus negociaciones con el régimen fundamentalista de Irán y la imprevista muerte del fiscal Nisman.
Cabe analizar si es este el mejor momento para dejar esta imagen de impunidad en la opinión pública para Cristina, aunque analizar esta mezquindad en un momento en el que cientos de familiares de víctimas de los atentados se sienten estafados por la justicia, pueda no ser lo más honorable. Queda entonces abierta esta pagina que podría solo ser una mancha en un proceso que se ha hecho demasiado largo, demasiado confuso y demasiado sucio, pero que es necesario cerrar de manera clara y transparente si queremos tener esperanza de un país mejor algún día.