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Después del Fondo está el muro…

Por Emiliano Damonte Taborda

Mientras el Gobierno se empeña en esconder la necesidad de llegar a un acuerdo con el FMI antes de fin de año, Kristalina Giorgieva hizo público un análisis de los números de los países miembros, del que la Argentina no salió precisamente bien parado.

Alberto Fernández toma nota, Kristalina Giorgieva dicta

Fernández y su Gobierno anunciaban días atrás las esperanzas que tenían de que el FMI renunciara a alguna de sus pretensiones, esencialmente como mecanismo para aparecer como negociadores en una relación en la que existe bastante poco margen para negociar. En general el FMI en situaciones como las que vive nuestro país suele ser bastante pragmático. Si necesitas su intervención, tendrás que seguir sus caminos. Lo cierto es que para el Gobierno está claro que llegar a un acuerdo que implique cualquier tipo de ajuste antes de las elecciones sería catastrófico, y de verdad esto hubiera sido un problema si un factor casi inesperado no le hubiera dado un aire que parecía no tener a disposición por ningún otro medio. Cada uno de los 190 países miembros del FMI, recibió una suma proporcional, la suma que le correspondió a nuestro país fue de 4.600 millones de dólares en concepto de Derechos especiales de giro. No fueron pocas las críticas que el organismo dirigido por Giorgieva recibió por esta circunstancia. El Wall Street Journal publicó una nota en estos días donde critica la distribución indiscriminada de estos derechos, incluso entre “países que no se adaptan a las reglas de la comunidad internacional” o gobernados por “dictadores o personas no gratas”, entre los que citó a modo de ejemplo a Nicaragua, El Salvador y la Argentina.  El artículo del Wall Street Journal destaca que esta ayuda permitirá al Gobierno de Alberto Fernández llegar a las elecciones sin caer en una crisis económica más profunda, pero también “sin haber realizado ninguna reforma estructural para generar un crecimiento sostenido de la economía”. El Gobierno de Fernández ha jugado peligrosamente al límite con las relaciones internacionales, y no son pocos los que ven en la distribución realizada por Giorgieva un exceso de generosidad para un gobierno que no ha demostrado alguna intención de acercarse al mundo. Por este motivo, estos dólares que trajeron oxígeno, corren el riesgo de transformarse en un elemento de presión a la hora de negociar. El tirón de orejas que algunos sectores están dándole en este momento a Giorgieva, corre el riesgo de poner esta negociación que el gobierno de Alberto Fernández está posponiendo, en una situación en la que no haya mucho margen para negociar por parte de ninguno de los interesados. El FMI obligado a ser ortodoxo, y el Gobierno obligado a aceptar todas las condiciones, o entrar en default más temprano que tarde. El manejo de los tiempos no ha sido precisamente un fuerte de Alberto.

Estamos saliendo de una situación mundial que generó cierta flexibilidad de los acreedores. Y la gran habilidad de Guzmán para manejar las situaciones como “Ministro de Deuda”, ha sido fuertemente favorecida por esta situación. La pandemia nos ayudó digamos, a que los que exigían, tuvieran algo más de paciencia. A medida que el mundo va saliendo del shock, las posibilidades de recibir, dólares o tiempo, para financiarse, empiezan a estar de nuevo fuertemente ligados a las condiciones que el Fondo ha siempre, con más o menos fuerza, impulsado. Se va acabando el espacio para las payasadas y empieza a ser necesario un “plan estructural serio y sostenible”, aunque el Presidente haya expresado no creer en los planes económicos. Medidas como el cepo cambiario, o el cepo a la exportación de carne, empiezan a ser verdaderas manchas que no solo perjudican a nuestra economía, sino que nos dejan afuera de la conversación con cualquier fuente de financiamiento. El FMI es el ultimo puerto, después del Fondo, está el muro, y el choque puede ser doloroso.   

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