Por Emiliano Damonte Taborda
Los moderados festejos de la oposición después de una victoria estrepitosa contrastan con la actitud de histeria manifestada por el Frente de todos. Durante la jornada de ayer lunes, referentes del kirchnerismo más duro se turnaron para pegarle a Alberto Fernández y su equipo. Hebe de Bonafini, Gravois, D´Elía y hasta Dady Brieva salieron al ruedo. El reflejo del feroz enojo de la vicepresidenta. El relato que pierde con la realidad. Al Presidente, se lo debería cuidar.
El escenario del Frente de Todos para el “mea culpa” de Alberto debería ser estudiado en el futuro como ejemplo de dinámica de grupos. Contrastaba de manera violenta con el escenario de festejos de las primeras horas del escrutinio cuando Máximo, Kicillof y Tolosa Paz danzaban en unión y armonía. Uno se pregunta por qué salieron a bailar y a festejar tan temprano.
Una cuestión de paradigmas
El Kirchnerismo ha demostrado regirse por un principio guía del que no reniega jamás. Es la idea de que el relato da forma la realidad. Una especie de visión mágica alquimista, que le da un lugar de enorme poder a la palabra. Este es también, en parte, el paradigma que usa la publicidad si se quiere, pero en el caso de la industria de la publicidad, hay un claro conocimiento de los alcances y los limites de esta visión del mundo.
Cristina y su séquito más duro, parten de la siguiente premisa: “si festejamos, ganamos” o al menos no perdemos. Era parte de una estrategia que en el rango de números que manejaban, incluso en los más pesimistas, no podía fallar. Lo que sucedió, es que cómo muchos de ellos mismos reconocieron en estado de shock tras la consolidación de la derrota, esta fue de proporciones descomunales y absolutamente inesperada. Tan grande fue la derrota, que fue más allá de los limites del relato. El relato no resistió, se derrumbó y su caída fue grande.
La adversidad templa … o destruye
La subida al escenario en un intento por mostrar unido algo que de ninguna manera lo está, fue solo agravar la exposición. La adversidad puede ser un enorme aliado para las estructuras sanas. Cuando estas se encuentran en un espiral ascendente podrán sacar de ella enseñanzas, temple, experiencia, capacidad de gestión para el futuro y toda una serie de herramientas prácticas y de virtudes intangibles, que tendrán el potencial de mejorarlas. Pero cuando la estructura está enferma y se encuentra en un espiral descendente, la adversidad tendrá el efecto de una bomba en sus cimientos. Este es el caso del Frente de Todos, evidentemente desunido desde el inicio, con la propuesta enfermiza de un Poder Ejecutivo con su centro de poder ubicado en la vicepresidenta, una propuesta que en ningún caso podía llegar a buen puerto. Tal vez el Presidente creyó que podría moderar y dar cauce a la fuerza de Cristina, y Cristina creyó que Alberto podría haber terminado siendo un instrumento que le permitiera seguir ejerciendo con eficacia un poder que las urnas nunca podrían darle de nuevo. Si así fue, se equivocaron. Por que ni Alberto pudo contener siquiera un segundo la fuerza arrolladora y caótica de su vicepresidenta; ni Cristina encontró en Alberto el instrumento idóneo para poder ejercer el poder a sus anchas. Todo eso se resumió en el escenario del bunker de Chacarita, todos decepcionados, todos enojados, todos creyendo que hubiera sido necesario actuar de otra manera, todos asustados. El saludo glacial de Cristina a Tolosa Paz queda como foto del momento.
Hay que encontrar un culpable
Hacía semanas que venía preguntándome cuál sería el fusible que iba a saltar en medio de la catástrofe de escándalos que se sucedían ininterrumpidamente en el Gobierno. Debo reconocer que el “caballo del comisario” en este rubro, para mi era Cafiero. Lo veía incómodo, cansado, inconsistente, a destiempo, muchas veces desdicho por el propio Presidente. Lo que nunca imaginé, fue que el fusible sería Alberto Fernández. En la noche del domingo, asistimos a un espectáculo cuya dimensión real nos irá marcando el tiempo. Hay antecedentes de Presidentes abandonados por sus equipos, por sus colaboradores y hasta por sus partidos en momentos de crisis profundas. Lo que nunca había visto y de lo que no tengo antecedentes para citar, es de un presidente lanzado violentamente al escenario, para hacerse cargo de una derrota, exponiendo su figura el escarnio de propios y ajenos. Este cuadro adquiere mayor dramatismo, si se considera que todos los demás derrotados estaban parados detrás suyo señalándolo. Tal vez la gente que maneja la campaña del Frente de Todos no midió el valor de esa imagen, o tal vez no fueron ellos los que la propusieron. La furia de la Vicepresidenta era evidente en cada gesto, en cada saludo dado a regañadientes, en sus miradas a Alberto. Si algo no ha conseguido jamás Cristina es manejar su riquísima gestualidad.
El verdadero problema para todos, no es el problema del Frente de Todos.
Esa exposición al escarnio, ese prender fuego al Presidente, no es un problema por Alberto Fernández. En fin de cuentas el sabía donde se metía, es un hombre de enorme experiencia en la política y verdaderamente cuesta entender cuales fueron los motivos que lo llevaron a aceptar semejante aventura. El verdadero problema es que el nuestro, es un régimen netamente presidencialista, y que la salud de todo el sistema “Nación Argentina” depende en enorme medida de la salud de la “figura presidencial”, sin importar el nombre propio. Entonces cuando Cristina, Kicillof, Máximo Kirchner y los candidatos del Frente de Todos lanzaron al escenario del escarnio a Alberto Fernández, lo hicieron a costo de un profundo daño a nuestro sistema de Gobierno, que pagaremos todos en un plazo más breve que largo. Al Presidente se lo cuida, y eso no ha sucedido nunca en la coalición de Gobierno, pero fiel a su estilo de redoblar la apuesta, Cristina no solo no lo cuidó, sino que lo lanzó a la arena para ver como se lo comían los leones. D´Elía, Grabois, Hebe de Bonafini, Secco y hasta Dady Brieva, habían hecho declaraciones públicas en contra del Presidente y su Gabinete muy temprano el lunes por la mañana. Que pase el que sigue.
Alberto está en el cepo en medio de la plaza, empezó el desfile para descargar la furia incontenible de su compañera de fórmula, no será ella en primera persona la que ejecute el castigo, sino sus fieles seguidores. Cada golpe al Presidente, será un golpe a nuestro ya debilitado país.