El juez federal de Paraná, Leandro Ríos, dispuso la excarcelación del represor Gonzalo López Belsué, acusado por el secuestro del soldado conscripto Jorge Emilio Papetti, desaparecido del Regimiento de Concordia en marzo de 1977.
López Belsué, de 68 años, se encontraba bajo arresto domiciliario por razones de salud y el magistrado le concedió la excarcelación y le fijó una caución real de 500.000 pesos. También lo obliga a presentarse cada quince días ante la delegación de Policía Federal más próxima a su domicilio, en la Capital Federal, le impidió salir del país y no podrá ausentarse de su domicilio por más de tres días sin autorización judicial.
El principal argumento esgrimido por el juez es el delicado estado de salud que presenta López Belsué: en el tiempo que lleva detenido, desde agosto de 2012, ha sufrido dos operaciones, una enfermedad renal permanente y se le extirpó un riñón, a lo que se suma su problema de hipertensión arterial.
Un informe del Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema, fechado en diciembre de 2013, cuando López Belsué todavía estaba detenido en la cárcel de Ezeiza, aconsejaba “evitar tareas que supongan un esfuerzo físico excesivo como así también cambios bruscos de la temperatura”, también se advertía en aquel momento que “resultaría conveniente además que realice caminatas diarias (…) Asimismo debe tener una ingesta líquida y una dieta apropiados para su condición”.
JORGE EMILIO PAPETTI
Jorge Emilio Papetti estaba a punto de recibir la baja del servicio militar obligatorio cuando fue desaparecido, el 16 de marzo de 1977, en el Regimiento de Concordia. Fue retirado de una formación e interrogado por Gonzalo Jaime López Belsué, luego trasladado a la cárcel de Paraná y torturado hasta la muerte.
El represor ahora detenido era su jefe de escuadrón, quien lo había propuesto como dragoneante y el que lo interrogó en la unidad militar. La historia oficial, la que Dasso le dio a la familia de Papetti y años más tarde repitió durante la instrucción militar por los hechos de la dictadura, dice que el soldado fue detenido por órdenes del comandante de la Segunda Brigada de Caballería Blindada, “por considerarlo comprometido con actividades subversivas”. Según Dasso, fue López Belsué quien realizó la detención y en las actuaciones militares consta también el interrogatorio, con las preguntas que le hizo y respuestas que le falsearon al soldado. El jefe del regimiento dijo que unos días después Papetti fue trasladado a Paraná y que se fugó a la altura de Villaguay, aprovechando una detención del vehículo por fallas mecánicas.
Sin embargo, dos personas que compartieron cautiverio con el soldado conscripto dieron otra versión. Ramón Rogelio Ayala y Jorge Martín Ramírez reconocieron a Papetti en una sesión de tortura a la que fueron sometidos en una casa que tenía el Ejército cerca de Salto Grande. Los tres fueron salvajemente golpeados, vejados, recibieron descargas de corriente eléctrica en distintas partes del cuerpo y fueron sometidos al submarino seco.
En una declaración realizada a poco del retorno de la democracia, y que ratificó en 2010 ante la Justicia, Ramírez contó que los verdugos le preguntaron varias veces si conocía a Papetti y que él lo negó hasta que lo tuvo delante suyo, primero encapuchado y luego ya con el rostro descubierto. El hombre dijo haberse impactado cuando vio que su compañero tenía el pecho hundido, le salía sangre por la boca, los ojos estaban cerrados por la golpiza que había recibido, no podía mantenerse en pie y no paraba de toser.
El sábado 19 de marzo los tres fueron trasladados a Paraná. Ramírez fue ubicado en un camión que servía como tanque de agua, pero que estaba acondicionado para llevar gente; mientras que Papetti y Ayala iban en otro vehículo. Una vez en la capital provincial, los alojaron en el Batallón de Comunicaciones del Ejército y el lunes los llevaron a la unidad familiar de la cárcel, para torturarlos en forma simultánea, en una misma habitación. Maltrecho y aún con esa tos, Papetti no contestó ninguna pregunta. En un momento se empezaron a escuchar estertores de agonizo. Entonces los torturadores llamaron de urgencia a un médico, intentaron hacerle masajes cardíacos, respiración boca a boca y le daban fuertes golpes en el pecho como para reanimarlo, hasta que se lo llevaron. Fue la última vez que lo vieron con vida.