
El puerto de Ibicuy adecuará su infraestructura a los protocolos sanitarios internacionales exigidos para la exportación de ganado en pie, rehabilitada en febrero de este año por el gobierno nacional después de 50 años de prohibición. Prevé la instalación de áreas de cuarentena, alimentación controlada y sistemas de trazabilidad, en coordinación con el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) y organismos técnicos.
Tras la derogación del decreto nacional que por más de 50 años restringió este tipo de operaciones, la Asociación Argentina de Exportadores de Ganado en Pie avanza en la reactivación de envíos de animales vivos al exterior, con los primeros destinos previstos hacia Israel y proyecciones hacia mercados como Turquía y Vietnam.
El gobierno provincial destacó que esta modalidad de exportación «representa una oportunidad concreta para incrementar la rentabilidad del sector ganadero, estimada en hasta un 25 por ciento, sin competir con la industria frigorífica tradicional, sino como complemento que diversifica la oferta exportadora entrerriana».
Miguel Gorelik, Director del sitio especializado Valor Carne, recordó que «a principios de la década de 1970 fue numerosa la cantidad de normas que prohibieron diversas exportaciones, en defensa de ramas industriales que las usaban como insumos. En el sector de la carne, abarcó, además de animales vivos, a los cueros y las grasas y sebos, entre los principales.
Atendían a proteger, respectivamente, a la industria frigorífica, a la curtidora y a la industria alimentaria, especialmente al sector de panificados.
Progresivamente se fueron derogando, aunque las de los cueros y del ganado lograron sobrevivir más de medio siglo.
La industria frigorífica nunca vio con simpatía la exportación de ganado, pero como las entidades agropecuarias nunca pusieron el tema como objetivo de reivindicación, no hubo necesidad de defender la restricción».
Comercio mundial
Aseguró que «existe un cierto nivel de comercio internacional de animales vivos, sea para engorde como para faena. Los principales exportadores son los países de Oceanía, Europa y, en los últimos años, Brasil y Uruguay.
Los destinatarios de estas exportaciones son, principalmente, países del norte de África y Medio Oriente y países asiáticos.
También hay un intenso comercio entre los signatarios del USMCA (ex NAFTA).
Hay obstáculos crecientes en este tráfico, derivados especialmente de consideraciones de bienestar animal.
Nueva a Zelandia llegó a establecer una fecha próxima para su prohibición, que el nuevo gobierno de esas islas retrotrajo.
Brasil pasó de exportar 180 mil cabezas en 2022 a las 500 mil de 2023 y las casi un millón del año pasado. Los montos involucrados fueron USD170 millones, 470 millones y casi 800 millones en ese orden. En 2024, estas exportaciones representaron el equivalente a 200 mil tec, aproximadamente 5% de la exportación de carnes.
Sus principales clientes son Irak, Turquía, Egipto, Líbano y Marruecos, que concentran más del 90% del total.
En el caso de Uruguay, también las ventas al exterior han sido crecientes en los últimos años. Fueron 260 mil cabezas en 2021, bajaron a 80 mil en el siguiente, pero ya en 2023 y 2024 alcanzaron a 300 y 350 mil. Los valores rondaron los USD250-300 millones en estos últimos. El año pasado representaron el equivalente a 55 mil tec, un 10% de sus exportaciones de carnes y el 15% medidas en dólares.
Turquía representa la porción mayoritaria de las ventas orientales.
En estos días, Israel acaba de habilitar la importación de ganado vivo desde Uruguay, como así también Argelia».
Qué tener en cuenta
Advirtió que «es posible que esta nueva norma despierte alguna polémica. Sin embargo, si uno quiere libertad para exportar carne, la otra cara de la moneda es la exportación de hacienda. Lo mismo debe suceder con la importación de ambos grupos de productos. Es una forma razonable de asegurar una competencia más abierta entre todos los actores.
La única consideración sería en el caso de mercados que, por proteccionismo, alienten la importación de animales mediante aranceles diferenciales entre ganado y carne o con limitaciones no arancelarias para estas últimas. Es decir, que no haya reciprocidad entre un canal y otro.
Hace unos años se planteó este dilema en Uruguay en sus operaciones con Turquía y el gobierno impuso restricciones a las exportaciones de hacienda.
De todas formas, hay que ser conscientes de que este comercio seguirá teniendo presiones crecientes por cuestiones de bienestar animal y hasta de huella de carbono. Así que no hay que tomarse el tema a la tremenda», remarcó Gorelik.