Redes de Noticias

Lejos de Vaca Muerta y la minería, las economías regionales arrastran viejos problemas

Las distintas actividades enfrentan problemas comunes para ganar competitividad y exportar más, como la alta presión impositiva, una infraestructura deficiente y la falta de acuerdos comerciales.

La economía argentina funciona en diferentes velocidades, aunque por los incentivos generados desde el Gobierno nacional hay expertos que caratulan al modelo como “de montaña”, por su alta dependencia de los sectores mineros, energéticos y petroleros. Sin contar la industria que comparte problemas con otros segmentos, pero también tiene algunos que le son propios, todas las economías regionales están atravesadas por la necesidad de una mayor competitividad para la que se necesita -según enumeran referentes consultados por LA NACION- una reducción impositiva, una baja de costos laborales, fuertes mejoras de logística, financiamiento a tasas razonables y más acuerdos comerciales.

Actividades como producción de vinos, de peras y manzanas, de miel, de citrus y de yerba además de ser generadoras de divisas tienen también dependencia del mercado interno. Para exportar todas requieren la baja de costos internos. “No podemos exportar impuestos, nuestros competidores no lo hacen”, sintetiza Nicolás Sánchez Pat, CEO de Patagonia Fruits Trade y presidente de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI).

Con datos de octubre (últimos disponibles), el semáforo de producción agropecuaria y economías regionales que elabora Coninagro sobre los factores negocio, productivo y de mercado muestra que sobre 19, seis están en verde: bovinos, porcinos, aves, ovinos, miel y granos, ya que los precios evolucionaron por encima de la inflación. En alerta (amarillo) hay siete, forestal, maní, leche, tabaco, cítricos dulces, mandioca y peras y manzanas. Salvo las últimas que están en retroceso, el resto no muestra grandes cambios. En rojo están yerba mate, arroz, papa, vino y mosto, hortalizas y algodón; la principal causa es el deterioro del negocio, los precios se rezagaron frente a la inflación y al incremento de los costos, afectando la rentabilidad.

El economista Jorge Day (Ieral de la Fundación Mediterránea) analiza que, aun considerando la gran variedad de economías regionales existentes, la mayoría afronta precios en baja: “En la primera década del 2000 casi todos subían en dólares netos de inflación, pero hace unos años vienen cayendo de a poco. En ese momento, era dólar caro, precios que subían y un mundo que crecía. Ahora es la contracara, un dólar menos caro, precios a la baja y un mundo que crece a menor ritmo”.

Grafica con la industria vitivinícola que en los ’90 registró inversiones importantes, se modernizó e incorporó tecnología “porque no solo aumentaba el consumo local, sino que el mundo quería más vino. Ahora cae el consumo y el sector está con mayor oferta”.

Entre enero y septiembre, las 19 actividades productivas agropecuarias y economías regionales relevadas por Coninagro registraron exportaciones por US$43.300 millones, 60% respecto al mismo periodo del promedio histórico de la última década (US$27.000 millones). La estructura exportadora evidencia una elevada concentración, 77% de los ingresos es de los complejos granarios (soja, maíz, trigo, girasol, cebada y sorgo); 9% correspondió al sector bovino y el 15% restante (US$4000 millones) fue aportado por el conjunto de las demás economías regionales.

En el mismo lapso, las importaciones sumaron en promedio US$2.300 millones; el 73% estuvo vinculado a compras externas del complejo granario, seguido por la actividad forestal con el 9%, el porcino con el 4% y el algodón con el 3%. El 11% restante se distribuyó entre otras economías de menor incidencia.

Financiamiento, una clave

“Para sumar ventajas debería haber más acceso al financiamiento, que las economías regionales sean más intensivas en capital. No es nada fácil. Hay que apuntar a más volumen, a más margen, pero no hay que perder de vista que a gran parte de la industria argentina le cuesta competir con el mundo. Las economías regionales no son la excepción”, señala Day.

Consultor de Coninagro, el economista David Miazzo ratifica que las economías regionales incluyen mucha heterogeneidad, aunque hay tres denominadores comunes: alta presencia de pequeños y medianos productores; problemas de infraestructura y logística e inconvenientes de disponibilidad de crédito. Son cuestiones estructurales, que vienen desde hace varios años.

El otro punto que remarca es que las orientadas a la demanda interna (la mayoría) se enfrentan a un “mercado chico, que reacciona lentamente y desde niveles muy bajos”. En actividades con buena producción, registraron una baja de precios que afectó fuerte a los productores. Grafica con la yerba mate que perdió 16% de su valor real en el último año; con la papa (54,7%); el arroz (43%) y vinos (22%). “El salario real bajó entre marzo 2018 y marzo del 2024 cuando empezó a recuperar pero es complejo moverse en un contexto donde hay una precarización del consumo”, añade Miazo.

En ese contexto, hay productores que lidian con problemas en la cadena de pagos ya que “la materia prima que entregan se transforma y vende a lo largo del año y muchos no saben qué precio le pagarán. Hay una caída de rentabilidad para ese eslabón, que no maneja los precios”. Reconoce que la creciente importación es “un condimento adicional, hace ruido”.

Hacia adentro de cada economía, a su vez, conviven situaciones variadas. Miazzo advierte que para algunas la demanda interna no tiene posibilidades de crecer fuerte, como es la yerba, y sus posibilidades de exportación también son acotadas por los hábitos que rigen su consumo.

En otros casos, como miel, papas, peras y manzanas y maní, resolver los problemas de competitividad le permitiría, con escala, ganar más internacionalización. Para ese aspecto, además de la reducción de costos, el economista considera “central” a nuevos acuerdos comerciales que faciliten “acceso sanitario y arancelario”.

Desde Economías Regionales de Came, Eduardo Rodríguez, aporta que aunque hay señales de que se avanzará en “medidas correctas” como la reducción de impuestos y de aportes patronales, pero plantea que están “muy preocupados por las importaciones porque sin una cancha nivelada son difíciles de enfrentar. También es un problema la falta de infraestructura”. Grafica con que llegar desde Salta a un puerto a 1.500 kilómetros es más costoso que mover la mercadería desde Buenos Aires a Frankfurt.

“Somos caros y competir con los mercados internacionales es complicado -añade-. Los productos que vendemos son muy buenos, pero producimos en desventaja. Todo el foco está en trabajar, en innovar pero hemos quedado desactualizados en inversión porque no hay crédito. A las tasas actuales es imposible financiarse y sin financiamiento no se puede incorporar tecnología”.

Rodríguez, quien es tabacalero, precisa que hoy los productores deben ser “economista, ambientalista, abogado. Hay que enfrentar un cúmulo de problemas que hace que los más jóvenes desistan, dejen la actividad. Hay que simplificar lo que se pueda para que no haya abandono”.

Sector por sector

Maní. Con 400.000 hectáreas sembradas en esta campaña, la comercialización ya está avanzada. El sector aporta anualmente entre US$800 y US$1.000 millones. El 90% de la producción se destina a la exportación; en el mercado interno el consumo sigue siendo bajo (algo menos de un kilo por persona por año, mientras que en Europa es de entre tres y cuatro kilos y en Estados Unidos alrededor de siete).

Diego Bracco, presidente de la Cámara Argentina del Maní, define como “prioritario” resolver los problemas de infraestructura, ítem que pone al mismo nivel de la apertura de mercados “con igualdad de condiciones de competitividad, tanto en habilitaciones sanitarias como de aranceles”.

“Ese es un desafío y estamos focalizados en los que exigen mayor calidad, que es la que tiene nuestro maní. Hay cada vez más exigencia de trazabilidad, de medición de huella de carbono. Lo podemos cumplir. También trabajamos en búsqueda de nichos en los mercado asiáticos y árabes con agregado de valor”.

Aceite de oliva y aceitunas. La olivicultura hay que dividirla en dos ramas, la de aceitunas de mesa (La Rioja es la mayor productora) y aceites (lidera San Juan). Brasil es el principal destino de las aceitunas (90%) con participación también de Estados Unidos, Paraguay, Uruguay y, en menor medida, España. En el caso de aceites, la mayor parte de la producción se vende afuera (Estados Unidos, Unión Europea y Brasil). A nivel local, se consumen 150 milímetros por año/por habitante cuando en España el consumo es de siete litros y en Grecia de diez.

El industrial Gonzalo Lenzano, expresidente de la Cámara Olivicola de San Juan, analiza que los costos de producción en dólares crecieron (70% es mano de obra y energía eléctrica para el bombeo de agua de riego) con precios internacionales que bajaron. “Hay que sacar, bajar los impuestos de la factura de electricidad, porque aumentan considerablemente los montos y afectan el margen de rentabilidad”, sostiene. Nación reduciría el IVA para la energía de uso agroindustrial.

Ratifica también la necesidad de resolver los problemas de logística: “Los caminos destruidos suben los costos. Fábricas que han hecho todos los deberes puertas adentro, que tienen tecnología y alto nivel de productividad, no pueden sacar aceite fraccionado porque llegarían las botellas rotas. Deberían poner otra planta para fraccionar. Agregar valor es clave, pero no somos competitivos y hay que ser competitivos en góndola, a donde los importados llegan más baratos”.

Miel. La Argentina exporta 90% de la producción que, este año, rondará las 85.000 toneladas aunque con precios que bajaron fuerte (de US$3,40 a US$ 1,80 el kilo para exportación) y costos internos que aumentaron en dólares. Lucas Martínez, presidente de la Sociedad Argentina de Apicultores, explica que la mitad de los productores tienen menos de 100 colmenas.

“La presión impositiva y la adulteración son los principales problemas de la apicultura. Los productores quieren estar en regla, pero el problema son los costos. La Sociedad abrió una fraccionadora y fue una avalancha de interesados -señala-. Hay que reducir los impuestos para acomodar costos, y también tiene que haber más financiamiento. Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires están trabajando con créditos blandos que son muy interesantes”.

Otro factor al que están atentos en el sector es al acuerdo comercial con Estados Unidos (mercado al que va 60% de la producción). Martínez detalla que esperan precisiones. “Es un destino que importa la mitad de lo que consume. Brasil es nuestro competidor nato en orgánicas y quedó afuera por aranceles. Para las mieles oscuras para industria la competencia fuerte es India, así que hay que ver qué decisión toman”.

Citrus. “La suerte de la citricultura más que pendiente de las decisiones de los gobiernos lo está de la oferta y demanda mundial”, asegura José Carbonell, titular de Fedecitrus. En el caso de los limones -el país tiene el principal clúster industrial del mundo- una crisis de sobreoferta tuvo un fuerte impacto en primeros años de esta década “provocando quebrantos. Muchos productores dejaron la actividad; unas 13.000 hectáreas fueron arrancadas o abandonadas aunque el volumen de producción se mantuvo en 1,8 a 2 millones de toneladas/año”. El 70% de la fruta va a la industria (jugo, aceite, cáscara).

Este año el sector recuperó un “equilibrio precario; los precios pudieron atender costos de producción”. Las expectativas para el 2026 son más alentadoras y también la mirada está puesta en la decisión que tomará Estados Unidos respecto a las exportaciones argentinas.

Carbonell coincide en los factores que “atentan” contra la competitividad. “La legislación laboral no nos contempla, somos mano de obra intensiva en una época del año -plantea-. Nuestras industrias tienen realidades distintas a la del centro país y eso debe ser contemplado. La industria del juicio causó estragos. Por otro lado, la carga impositiva es abusiva y dispersa, un absurdo para un país que quiere tener un rol activo en la exportación. El 32% de una factura de electricidad son impuestos, pagamos derechos de exportación sobre fertilizantes. Los costos de la logística nos complican a todas las economías regionales, no solo por las rutas, también por los puertos, por los sistemas de control”.

Yerba mate. En los últimos dos años los precios al consumidor subieron la mitad que la inflación y el de la hoja, en el mejor de los casos, 35%. Esa ecuación es determinante para que muchos productores abandonen, no fertilicen. “El costo de la cosecha equivale a dos tercios de lo que factura, con lo que le queda tiene que vivir y hacer las tareas culturales. Sus ingresos están por debajo de la línea de subsistencia. El precio perdió 50% de poder adquisitivo en dos años”, describe Gustavo Quatrin, gerente de Cooperativa Liebig (Playadito).

Advierte que “en ninguna industria hay margen para pasar a una situación así que es producto de la mayor oferta de materia prima no de que el Instituto Nacional de Yerba Mate haya perdido capacidad para fijar precio”. La referencia es que por el decreto 812/25 el Gobierno nacional desreguló el mercado.

Quatrin añade que la crisis que atraviesan los productores, “no generó una mayor concentración. El pequeño no es, necesariamente, el más complicado. A las industrias les cuesta más producir que comprar materia prima a terceros. Los secaderos están trabajando al costo; en esa actividad hay concentración”. Como sus pares de otros sectores, sostiene que “toda reforma que aporte a la productividad es bienvenida”.

Este año la exportación alcanzó, hasta octubre, el récord de 48.600 millones de kilos (31,6% más en la comparación interanual). Siria sigue siendo el principal destino (77%). “Estamos competitivos respecto de Paraguay y Brasil”, cataloga Quatrin.

Vinos. La industria vitivinícola atraviesa un momento de grandes desafíos, tanto a nivel internacional como local ya que hay un cambio de hábitos, lo que afecta los volúmenes de venta local y exportables. A setiembre, las ventas afuera están 6% debajo en la comparación interanual y 2% menos en el mercado doméstico. En los últimos tres meses del año los números suelen mejorar.

Milton Kuret, director ejecutivo de Bodegas de Argentina, apunta que en el comercio internacional, la Argentina representa 3% y está “en búsqueda de condiciones de competitividad que lo iguale a otros países. Faltan tratados comerciales. Es el país productor de vinos que más derechos paga para acceder a los mercados. Salvo para el Mercosur, para todo el resto paga aranceles. Nuestros competidores – Australia, Chile, Sudáfrica- no tienen esa carga. Las bodegas argentinas, en promedio, destinan 5% de la facturación y eso claramente afecta la competitividad”.

En el mercado interno la carga impositiva es del 43%, “también muy alta. Necesitamos una reforma tributaria que baje la carga. Lo mismo que la laboral, que aliviane las cargas por empleo porque somos una industria mano de obra intensiva. El acceso al crédito también urge”, añade Kuret.

Con la lupa sobre los productores, Fabián Ruggeri, de la Asociación de Cooperativas Vitivínicolas, dice que los más afectados por los problemas son los pequeños productores de uvas básicas (alrededor de 70% del total): “La cosecha 2025 se pagó al mismo precio que la 2024, financiando entre seis y ocho meses. La pérdida se da por la inflación acumulada y el tiempo de espera para cobrar. Hay stock acumulado por lo que los valores no se puede seguir la inflación”.

“El dólar actual no está competitivo en función de las condiciones que afrontamos -continúa-. Tenemos un costo financiero que es el doble que Chile, al igual que el de logística internacional. Así y todo, se exporta, pero podría ser mucho más”.

Peras y manzanas. La Argentina exporta 53% de las peras que cultiva (su consumo interno equivale a un cuarto del de manzanas) Los principales destinos son Brasil, Estados Unidos, Canadá, México, la UE y Rusia. El mercado interno absorbe 20% y el resto va a la industria. El sector hace un blend entre ambas frutas para surfear las variaciones del tipo de cambio. Este año, sostienen desde el sector, fue malo porque convivieron un dólar que consideran atrasado, bajo nivel de demanda local, precios bajos y costos altos (la mano de obra que acompañó a la inflación pasó de ser 50% a 60% del total).

Nicolás Sánchez Pat, presidente de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados, señala que esperan un escenario mejor para la nueva campaña, con “un tipo de cambio más amigable y siguiendo de cerca cómo se actualizan los costos”. Una menor oferta internacional de peras mejoraría el precio.

“Retenciones no tenemos -describe-. Los problemas más complejos son el costo laboral, que es el doble que en Chile, no porque los trabajadores ganen una fortuna sino porque está asociado a los impuestos al trabajo. Si bajan esas cargas estaremos en un escenario más competitivo. Pedimos igualdad de condiciones, no exportar impuestos”.

Foresto industria. El sector genera 100.000 empleos directos en toda la cadena; cuenta con 1,3 millones de hectáreas de plantaciones (95% provee a la industria de base forestal y otro 5% proviene de bosques nativos). “La realidad es heterogénea, cambia con los rubros -asegura Claudia Peirano, directora ejecutiva de la Asociación Forestal Argentina-. Las industrias que tienen como destino la obra pública registran caída de ventas importantes; las vinculados a consumo interno (especialmente en el segmento ABC1) están operando bien. Las exportaciones crecieron, pero la rentabilidad es muy acotada”.

Enfatiza que el agregado de valor en la Argentina es “complicado. Impuestos como los Ingresos Brutos provinciales y el costo laboral hacen que sea difícil”. Respecto de la incorporación de tecnología, indica que la importación de bienes de capital usados es una forma de acceder a equipos “más baratos que permiten mejorar la productividad”.

Fuente: La Nación

Facebook
Twitter
WhatsApp

Deja un comentario