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¿Por que un adicto alojado en la alcaidia policial?

Por Osvaldo A. Bodean, publicado por www.elentrerios.com

 

Juan Pablo Franchi, el joven que mató a un policía, hirió a otro, escapó de la alcaldía de Concordia y finalmente se suicidó, era un adicto.

Es decir, según lo define la ley, un «enfermo mental», de manifiesta peligrosidad por cuanto ya había puesto fin a la vida de una persona.

Es por ello que debió ser alojado en un centro especializado que supiera cómo abordar su patología.

Encerrado en la alcaidía, sufriendo los síntomas de la abstinencia -porque se supone que allí no le proveían de la droga-, ¿podía ser contenido por sólo dos oficiales de policía a cargo, que no tienen por qué ser expertos en adicciones, y bajo cuya responsabilidad estaba además el resto de los detenidos? ¿No era acaso una verdadera bomba de tiempo la que habían puesto en las manos de esos uniformados?

«Hay numerosos fallos de distintos tribunales que han sostenido que los lugares de detención son los penales y no las alcaidías ni las comisarías», escribió el colega Marcelo Medina. Y agregó: «No hay que ser juez o fiscal para saber que los policías no están para cuidar detenidos. Esa tarea la tiene que realizar el Servicio Penitenciario a través de su personal, supuestamente formado y capacitado para tratar con personas privadas de la libertad». Vale. Aunque para el caso de los adictos, tampoco la cárcel parece ser el lugar propicio, máxime si a lo que se aspira no es sólo a que el delincuente purgue una condena sino que pueda recuperarse y reinsertarse en la sociedad una vez culminado el plazo de detención.

Dos días después de tan dramático raid de muerte, el Jefe de la Policía de Concordia, el Comisario Gustavo Schierloh, reveló que en poder de Franchi se encontraron «varias bochas de cocaína». El dato ofrece un indicio clave para entender el trasfondo de esta historia.

«La maldita droga está en la raíz de esta tragedia», resumió un conocido de los Franchi.

Para que no haya otros Juan Pablo dispuestos a matar y matarse, para que no haya otros Néstor Fernández con la vida tronchada injustamente y sus hijos sin consuelo, para que no haya otras muertes como la del doctor Cartoccio (su primera víctima), es urgente, de una vez por todas, combatir en serio al narcotráfico y a sus socios de guantes blancos que lavan sus dineros, a la par que disponer de centros especializados para atender a los miles de adictos que hoy pululan hasta en la más apacible localidad entrerriana.

Los padres con hijos adictos testimonian en voz baja cuán difícil y a su vez inmensamente costoso resulta intentar dar con un lugar, a veces ubicado a cientos de kilómetros, donde el joven pueda ser asistido y guiado para recuperarse. Confundidos, sintiéndose culpables, sin poder contar el drama que atraviesan, desamparados, golpean puertas y puertas mientras ven que la dependencia se agudiza y las conductas se tornan violentas e inmanejables. Es un infierno que sólo esos padres conocen a fondo.

Pidiendo perdón por lo que hizo Juan Pablo, su madre se atrevió a hablar:

«Juan Pablo corría en bicicleta, en muchas oportunidades fue campeón, pero hace trece años nuestro hijo ingresó en un mundo del que nosotros no conocíamos nada y del cual solo sabíamos por dichos y medios de comunicación. Nuestro hijo se empezó a drogar y así empezó todo, un camino de caídas y tropezones constantes, pero nosotros siempre estuvimos juntos buscando la manera de ayudar para mejorar la situación, tanto nosotros sus padres, como sus hermanos».

“Pablo tenía muchas cualidades pero su adicción a las drogas lo transformó en otro, ya no era la misma persona que fue. Estuvo siete meses y dieciocho días en la Alcaidía, pero habiendo ya pasado por institutos de rehabilitación, médicos, psiquiatras, psicólogos, etc. En este lugar los policías fueron buenos con nosotros siempre y lo agradecemos, así como hemos pasado por distintos médicos e instituciones. Lamentablemente, hemos tenido que esperar meses por un turno con especialistas. Son muchos los lugares de venta de droga, son muchísimas las personas afectadas y no se hace nada al respecto. Recibimos un discurso político mentiroso y embaucador, que siembra falsas esperanzas en personas como nosotros, que esperamos una respuesta o una solución, una mano que no recibimos. Así mueren los chicos, hijos, padres, hermanos o nietos de alguien, personas sin consuelo».

Así como esta madre, hay miles buscando un rumbo, una orientación, para recuperar a sus hijos.

Ni los jueces saben a dónde derivar a los adictos cuando asoman al mundo del delito y deben disponer qué hacer con ellos.

Paradójicamente, sobran en cambio lugares, y cada vez más, para los que trafican y esparcen la muerte entre nosotros, con absoluta impunidad.

«La infraestructura en la provincia para atender a los adictos es nula», denunció en 2013 Patricia Caro, Bioquímica, Licenciada en Criminalística y Máster en Drogodependencia, coordinadora del área de prevención y capacitación de la Fundación Ave Fénix.

En 2014, enterada de que Sedronar y el gobierno provincial anunciaron la creación de dos centros de internación, la experta juzgó que «no alcanzan ni para empezar. Por lo menos debería haber uno en cada cabecera importante de departamento. Hablemos de cinco, seis o siete departamentos importantes en la provincia, donde el que vive a 100 km pueda llevar su chico, pero que lo tengan cerca. ¿Qué hago con dos en toda la provincia?», cuestionó la experta.

A quienes pretendan gobernar Entre Ríos y la Nación desde diciembre de 2015, debería exigírseles decisión política y planes concretos para afrontar con seriedad el flagelo del narcotráfico y atender a quienes padecen esta verdadera epidemia del siglo XXI que son las adicciones.

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