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Villalba califico como “muy violenta” la protesta en la Jefatura

Ayer prestó declaración testimonial en tribunales el Comisario Lucio Villalba, Jefe de la Departamental de Policía de Concordia durante los sucesos de diciembre 2013. Lo hizo en el marco del juicio contra los policías acusados de sedición. Dijo sobre el día de la toma de la jefatura: “No vi armas” esa noche. Sostuvo que todo fue “muy violento” en aquella jornada, aunque remarcó que las agresiones fueron sobre todo verbales.     

 

En principio, el fiscal Mario Guerrero le pidió al Comisario Lucio Villalba que reconstruya los sucesos de la noche del 8 de diciembre. El ex Jefe de la Departamental señaló que días previos a la toma de Jefatura, atendió el requerimiento de numerosas mujeres y luego un segundo pedido de mejora salarial. Dijo que el Gobierno tenía preparada una propuesta económica y que la informaría a la fuerza el lunes 9 o martes 10. Agregó que ignoraba el monto de la oferta.

Frente al descontento general en los policías que comenzaron a manifestarse en la plaza el domingo 8, Villalba dijo que debió abandonar un caso por homicidio y regresó “confiado” en darles una respuesta y que la situación no se “fuera de las normas que rigen el funcionamiento de la institución”.

En el lugar, se encontró con cánticos, tambores, bombos. “Exaltados”, repitió varias veces. Acompañado por el comisario inspector Silva aseguró que a esa altura era “imposible dialogar”. Reiteró que una mujer le arrojó “gas lacrimógeno” en el rostro, ataque que le generó la disminución de la visión en un ojo. Y que luego lo auxilió el entonces Jefe de Operaciones Cristian Ormaechea.

Afirmó también que le causó “conmoción lo que ocurría: gritos, bombos, insultos, la pirotecnia” encendida dentro de la Departamental. “Muy violento”, definió aunque los videos y fotos proyectadas durante la audiencia no reflejaron una situación de desborde de violencia en el interior de Jefatura. Destacó varias veces que los hechos sucedían en medio de una gran “confusión”. “Un grupo de funcionarios quería que baje la escalera para atender a la gente, en contra de mi voluntad”. “Siempre intenté mantener el diálogo pero era imposible”, aseguró en un pasaje. “No tenía en claro qué pretendían, apagaban y encendían las luces como intimidando”, continuó.

Insistió con la tesis de una maniobra orquestada con distribución de roles de los imputados. Aunque sorprendió cuando dijo que era frecuente que por momentos los policías “hacen de buenos y de malos”.

Dijo que dos de los enjuiciados lo protegieron. Carlino “lo cubrió” de una presunta agresión y Daniel Chávez “atemperaba” los ánimos.

También afirmó: “Me siento traicionado por los funcionarios a los que nunca les di la espalda”.

El defensor Alejandro Giorgio le hizo notar a Villalba que de la lista de 36 policías con perfiles “agresivos”, algunos de ellos –fuera del proceso- son postulados como testigos por fiscalía.

Lucio Villalba contó que en diciembre de 2013 la ciudad contaba con 820 policías y Giorgio, por su parte, reflexionó si era posible que la máxima autoridad no disponga en ese momento de varios centenares de uniformados, puesto que las comisarias no habían sido tomadas.

En su intervención, el abogado Oscar Bacigaluppe, quiso saber si de todos los mandos altos e intermedios, ningún funcionario de rango superior podía impartir la orden del cese de la acción. Lucio Villalba consideró “imposible” que alguien “acate la orden”.

Ayer por la mañana se vieron las filmaciones que presentó como parte de las pruebas la fiscalía, entre los que estuvieron una serie de videos de teléfonos secuestrados a los imputados, y a los que se les sumó las grabaciones aportadas por los medios de prensa locales y nacionales que esos días daban cobertura a los hechos en Concordia.

La declaración de Villalba comenzó a las 7 de la tarde y terminó después de las 10 de la noche.

Señaló que las agresiones estuvieron encabezadas por Luis Alberto Gómez quien «quería que bajara a atender a la gente, mientras que otros sólo querían agredir». Habló de que se generaba un estado de confusión y contradicciones porque «cuando intentaba hablar, levantaban los bombos y había insultos. Fue imposible mantener una comunicación».

Villalba también remarcó que las subidas y bajadas de las que era llevado, desde su oficina hacia la puerta de ingreso, fueron «contra mi voluntad» y explicó que mientras estaba en su despacho «había insultos desde el exterior y amenazas permanentes. Apagaban y prendían las luces cuando salía de la Secretaría Privada. Se generaron discusiones entre ellos. Gómez quería agredir con palabras y Juan Manuel Rosas se lo impidió porque ‘no eran las formas de hacer las cosas’, le dijo».

Ante este panorama en el edificio de calle Pellegrini, Villalba puntualizó que «recién entonces pude informar lo que está pasando en Paraná» y recordó que el Jefe de Operaciones, Cristian Ormaechea, le informa que tomaron la Sala de Comunicaciones y la del Comando Radioeléctrico, «por lo que no teníamos operatividad porque la habían inutilizado. No podíamos dar respuesta a los pedidos de lo que pasaba en la ciudad. Había llamados de vecinos que no se podían atender», subrayó.

«Pedí el apoyo al Jefe de Provincia en la primera oportunidad que tuve porque estaba desbordada la protesta. Fueron más de 24 horas de toma» destacó, asegurando que el comienzo aproximadamente fue alrededor de las 21.30hs. de ese domingo.

«Sentía preocupación porque la cosa se había desbordado -dijo Villalba- hasta no pensaba en mi integridad física. No podía moverme en los pasillos porque eran agresiones verbales y amenazas todo el tiempo. Considero que no pude hacer mi voluntad y moverme libremente, ni siquiera a ver qué ocurría en el Comando o la Sala de Comunicaciones». Manifestó luego que «la situación para conmigo se descomprime cuando llega el Subjefe de Provincia Rosatelli» a Concordia.

Más adelante Villalba subrayó: «Estaba despojado del mando de la Jefatura. Fue el control ilegal de una institución. Tomaron y ocuparon el lugar sin dejarlo funcionar para lo que debía ser. Se rompieron las cadenas de mando en las comisarías también. No me permitían dar una orden» y puntualizó que al conocer que había funcionarios preguntando por la llave de la Sala de Armas, «la puse a resguardo para que nadie pueda acceder» a ese lugar.

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