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Concordia: la capital del peronismo, la cuna de gobernadores, la tierra arrasada por la pobreza

Guillermo Pérez

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Lo hemos dicho en otros contextos cuando el nombre de la ciudad no aparecía en los medios de Buenos Aires y la pobreza era un tema local: Concordia debe ser uno de los peores remedos de la realidad argentina. Como en un salón de espejos deformes que devuelven diferentes imágenes, Concordia devuelve el reflejo más triste: el de lo que pudo ser y no fue.

 

Un enclave nacido como una necesidad económica, llamada en su momento la capital económica de la Mesopotamia argentina, gozaba del privilegio de tener una altísima actividad independiente de la administración pública.

Volvió a aparecer en boca de todos porque otra vez aparece en el top tres del ranking de la pobreza entre las ciudades que releva el Indec. Salvedad esta que da un argumento para decir que tal vez haya ciudades más pobres porque hay conglomerados de los que no sabemos el índice, pero que no achica el problema ni un ápice: el 58,3% de sus habitantes son pobres y el 18,1% no tiene ingresos suficientes para comer.

Datos que para muchos concordienses que tienen contacto con la situación social de la ciudad no hace falta ponerlos en números porque saben que la situación es grave en diversos lugares, que no es nueva, que es cada vez peor y que a primeras luces no tiene visos de solución.

Datos que además cada vez que aparecen dejan perplejos a los propios gobernantes, que repiten las mismas explicaciones de siempre y que ni siquiera alcanzan a decir claramente que el tema les excede. Al menos se guardan de decir que es “multicausal”, por las reminiscencias del término y porque entre las múltiples causas está al frente la gobernanza, lo que los deja en las primeras filas de responsabilidades, aunque no solos.

 

QUÉ PASÓ

 

Estamos en las vísperas de celebrar los 40 años de ejercicio de la Democracia de manera ininterrumpida por primera vez en más de un siglo, que en el caso de Concordia coincide con el ejercicio en el gobierno de un solo partido, lo que le ha dado a la ciudad el mote de “capital del peronismo entrerriano”, en tiempos de celebración electoral.

En el medio alumbró la ciudad la carrera política de tres gobernadores que dirigieron los destinos de la provincia durante 28 de los 40 años de Democracia.

La fecha coincide además con el comienzo del derrotero decadente de la ciudad, que dejó de ser la capital económica de la Mesopotamia y hoy ostenta el de “la ciudad más pobre del país”, aunque haya otras peores.

¿Todo esto guarda relación? Por acción, por omisión, por conveniencia, por negligencia, por mala praxis o por corrupción, la respuesta es sí. ¿Son los gobernantes los únicos responsables? Probablemente no.

Pero frente a dificultades como las que vivió Concordia y ante el desafío de reinventarse, comunidad y dirigencia no supieron estar a la altura de las circunstancias.

 

DESOCUPACION Y POBREZA

 

Pese a que son dos datos íntimamente ligados, el Indec deja a los gobernantes y a los observadores ante la incomodidad de que Concordia muestra bajos niveles de desocupación, pero altísimos de pobreza.

La explicación que se esgrime desde las usinas oficiales es que la ciudad no cuenta con el respaldo de la masa de sueldos de la administración pública, con la que cuentan las capitales de provincia también relevadas por el Indec en la Encuesta Permanente de Hogares. En cambio, tiene una alta incidencia de trabajo informal, zafrero o poco calificado que deja debajo de la línea de la pobreza a concordienses que tienen trabajo.

El elemento que soslaya este argumento oficial es que la ciudad tiene también una de las tasas de actividad más bajas del país, lo que muestra que la proporción de concordienses que trabajan o que están buscando activamente hacerlo en relación a la población total es de las peores del país, o por lo menos de los 31 aglomerados urbanos que releva el Indec que incluye a medio centenar de ciudades, entre capitales de provincia, capitales alternas y otras localidades.

Provoca la incomodidad, esta dualidad de que el bajo índice de desocupación sirve para decir que la ciudad progresa, y le damos crédito al Indec, el mismo que le tenemos que dar cuando habla de la pobreza.

Según el Indec la desocupación bajó en Concordia a niveles previos al cierre del Frigorífico Cap Yuquerí (https://www.redesdenoticias.com.ar/segun-el-indec-la-desocupacion-bajo-en-concordia-a-un-nivel-historico-de-36/)

Para cualquier observador, esta afirmación tiene escasa verosimilitud.

En la última difusión de datos sobre el Mercado Laboral, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) informó que en Concordia la desocupación descendió casi dos puntos a un histórico 3,6%. Hace falta remitirse a épocas doradas del empleo en Concordia para encontrar cifras inferiores a este 3,6% del cuarto trimestre de 2022.

Concordia mantuvo tasas consideradas como de pleno empleo (por debajo del 4%) hasta 1982, coincidente con la etapa final y año de cierre del Frigorífico Cap Yuquerí, que dejó ese año en la calle a los últimos 2.500 empleados que ocupaba de manera directa.

Durante el lustro y medio anterior, (comienza la serie disponible en 1975) la ciudad mantuvo plena actividad laboral. Encaja también esa serie con la construcción de la represa de Salto Grande, mientras la citricultura se mantenía en auge y el Ferrocarril empleaba entre operarios y administrativos a alrededor de 5000 concordienses.

No hay información disponible respecto de las tasas de actividad de la época para vincular la proporción de trabajadores respecto de la población total, pero aún persisten los relatos de la alta disponibilidad de empleo de aquella época.

El quiebre coincide con el giro de la economía mundial a partir de la crisis del petróleo de 1973, los efectos de la política económica argentina de antes y después del golpe de Estado de 1976 y los tropiezos permanentes desde entonces.

Desde la mitad del siglo 20 para adelante, los concordienses podían elegir en qué trabajar. La única desocupación que había es la que se conoce como «friccional», cuando una persona deja un trabajo para buscar otro mejor, en la certeza de que lo conseguirá.

En 1975, (año del Rodrigazo) Concordia tuvo un «pico» de desocupación del 6,2%, y durante el resto de la década el índice estuvo por debajo del 3,5%.

Para 1980, la desocupación era del 1,3%, aunque la estadística no muestra cuáles eran los niveles de actividad de la ciudad. Pero está claro que ese fue el punto de inflexión en la historia económica de la ciudad. Está claro también que no fue un solo factor sino la combinación de varios la que determinó el derrotero siguiente.

La globalización, la apertura comercial, la ineficiencia, los equívocos y la mala fe se unieron para desafiar aquel estado de cosas. El desafío le tocó a una sociedad dividida tras la restauración de la democracia y la respuesta no estuvo a la altura de las circunstancias.

Hoy, con una población de 164.313 habitantes, según la medición del Indec, 95.865 concordienses son pobres y 29.774 indigentes. Casi 30 mil habitantes de Concordia no tienen ingresos para comer. Si apelamos a las respuestas tradicionales, habría que hacer un comedor comunitario para 30 mil personas. Como para hacer una comparación, una vez y media la población de la ciudad de Federación o dos veces y media la población de San Salvador.

Y acá está la clave. Si Concordia sigue apelando a las respuestas de siempre, va a seguir consolidando el estado de cosas. Comunidad y dirigencia no tienen otra alternativa que reinventarse.

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